lunes, 24 de marzo de 2008

Kirsten Dunst y Jessica Alba estuvieron enamoradas de Johnny Depp


Casi todas las personas sueñan, desean o idealizan a algún famoso, es muy común identificarse con las estrellas de cine, las modelos o los cantantes, pero este impulso no es exclusivo de los fans, ya que los propios artistas encuentran amores platónicos en el ambiente de las cámaras, los micrófonos y las pasarelas.

A nivel internacional, la actriz Kirsten Dunst, reconocida por su papel de “Mary Jane” en “Spiderman”, y Jessica Alba, “La Mujer Invisible” de “Los cuatro fantásticos” se enamoraron de Johnny Depp, sin embargo, fue Vanessa Paradis, quien logró atrapar su corazón.

Por su parte, la estadunidense Rosario Dawson, quien trabajó en “Hombres de negro 2″, “Rent” y “Alexander, sale, de acuerdo con recientes versiones, con otro actor de “Sexo en Nueva York”; por cuya galanura y porte suspiró también Melanie Griffith.

Uno de los magos más famosos, Daniel Radcliffe, le declaró su amor a Scarlett Johansson, pues publicó en entrevista exclusiva un diario británico, “estoy un poco enamorado de Scarlett, es asombrosa, brillante e increíblemente sexy”.

La modelo alemana Heidi Klum, famosa por sus campañas con la firma Victoria’s Secret confesó que se enamoró del cantante Seal desde la primera vez que lo vio.

“Lo conocí en el lobby de un hotel de Nueva York, él venía del gimnasio y yo estaba sentada mirándolo asombrada, y básicamente le vi todo el paquete”, comentó.

Jennifer López alguna vez idealizó al boricua Ricky Martin, quien en su faceta con el grupo Menudo, conquistó los sueños de la puertorriqueña, pues confesó que se sabía todas las canciones del grupo de memoria y que para ella eran sus ídolos.

La cantante Paulina Rubio, aún casada con “Colate”, suspira por Tom Cruise y Leonardo DiCaprio, mientras que Chayanne siempre ha mostrado su fascinación por las actrices Michelle Pfeiffer y Kim Basinger, quienes lo llevaban al cielo en cada película.

Alejandro Fernández comparte los gustos de Chayanne, ya que también ha fantaseado con Michelle Pfeiffer, sin embargo, confesó que la venezolana María Conchita Alonso le inspiraba los más oscuros pensamientos; a su vez, a la cantante Laura Pausini le atrae “El Potrillo”.

La fascinación entre famosos no se limita a las fantasías, sino que también existe la admiración, tal es el caso de Ana Bárbara, quien quisiera encontrarse con el dominicano Juan Luis Guerra, con el cual ha charlado en diversas ocasiones, pero esta vez quiere aprovechar para pedirle algo especial.

“Quiero una foto con Juan Luis Guerra, que ya lo he visto muchas veces pero no tengo foto con él, es un artista que admiro mucho y hasta canto sus canciones, aunque sea en la regadera”, comentó la grupera.

El ex baterista de la agrupación chilena La Ley, Mauricio Claverías, no pierde la esperanza de cruzarse por ahí con una de las bellezas latinas más famosas en la actualidad, pues expresó “Dios quiera que me toque estar sentado al ladito de Salma Hayek”.

El reggaetonero Don Omar, manifestó su interés por conocer a la cantante Shakira y al dominicano Juan Luis Guerra, a quienes dice admirar por su trabajo y trayectoria.

“Me encantaría conocer a Shakira, creo que es una mujer impresionante. Tengo ya la oportunidad de tener contacto con Juan Luis Guerra y me encantaría conocerlo más”.

Otra famosa que confiesa su admiración por un colega es la cantautora española Rosana, al expresar una vez más su deseo de escribir un tema para Luis Miguel, porque lo considera una de las más grandes voces de la actualidad y pone su talento a disposición de “El Sol”, por si algún día él lo requiere.

domingo, 23 de marzo de 2008

Johnny siempre amable con sus fans

Esto es Wisconsin el 20.3.08

viernes, 21 de marzo de 2008

Johnny Depp, en el set de "Public Enemies" de Michael Mann



Junto a Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Channing Tatum, Giovanni Ribisi, John Ortiz, Stephen Dorff, David Wenham, Stephen Graham y Jason Clarke encabezan el reparto de esta producción.

Bale interpreta a Melvis Purvis, el legendario agente del FBI que dirigió la captura de John Dillinger (Depp), un ladrón de bancos convertido en uno de los criminales más peligrosos de la historia de Estados Unidos. Cotillard interpreta a Billie Frechette, la amante de Dillinger. Tatum (Pretty Boy Floyd), Ribisi (Alvin Karpis), Dorff (Homer Van Meter), Wenham (Pete Pierpont) y Clarke (John "Red" Hamilton) son miembros de la banda de Dillinger. Ortiz interpreta a Frank Nitti, un gangster siciliano, mano derecha de Al Capone.

El libreto es obra de Ronan Bennett, Ann Biderman y el propio Mann.

La producción comenzó en Chicago el pasado 10 de Marzo.

domingo, 16 de marzo de 2008

Archivo: Ninguno igual

Nota del 14 de Enero de 2005 (Pagina 12)


Bello entre los bellos –con el toque necesario de imperfección masculina-, actor de calidad impar, muchacho honesto, espíritu libre, flexible a la hora de abrir el abanico de sus composiciones... Señoras y señoritas, con ustedes, Johnny Depp, ese hombre capaz de hacernos ver cualquier clase de película, porque total, él siempre está como los dioses.

Puede alguien de la especie humana reunir cualidades de belleza física, intuición y talento, carisma y versatilidad en grado sumo, y además –tratándose de un actor norteamericano de prestigio y éxito– darse el supremo lujo de ser un espíritu libre, romántico, modesto (acepción: falto de engreimiento), que jamás bajaría línea sobre su oficio? La respuesta es, qué duda cabe, Johnny Depp, guitarrista rockero por elección y actor por casualidad (cosa que le debemos al consejo de Nicolas Cage, mal que nos pese).
Entre otras originalidades, Johnny –favorito absoluto de las hacedoras de Las/12, que pidieron esta nota como regalo de Reyes (perdón por el atraso)– es imposible de encasillar: se escurre de cualquier intento de definición, su línea de trabajo no responde a un diseño claro, premeditado, evidente (aunque se lo hayan querido instalar como fetiche -palabra que él y Tim Burton detestan– de ciertos directores, o como intérprete solo de marginales); su método de actuación, sin estudios formales, es un misterio (aunque cada tanto arroje un huesito a los críticos refiriendo en qué o en quién se inspiró para tal o cual papel); la insistente etiqueta de “rebelde” –otro epíteto que recusa– que le han adjudicado, supuestamente a años luz de ciertos valores familiares y burgueses, no condice con su actual situación idílica familiar en un pueblito de la zona de Saint-Tropez (Francia), junto a su mujer Vanessa Paradis y su –por ahora– pequeña prole.
Ni torturado ni autodestructivo (aunque en alguna oportunidad haya pateado muebles, lámparas y cuadros del hotel Mark, en un ataque de furia), ni borracho consuetudinario ni drogadicto –empezó a darse a los 12 y dejó a los 15–, Johnny Depp ha alimentado muy a su pesar las crónicas sensacionalistas de la prensa llamada del corazón, que durante años se cebó con su vida privada pese a la férrea renuencia del actor, harto de las fans que creían que todavía estaba en la serie Comando especial. Así, por ejemplo, la anécdota del tatuaje “Winona forever”, hecho en tiempo de su encendido romance con Winona, se convirtió en tema de incontables notas. Cuando todavía tenía vigencia, cuando dejó de tenerla, cuando borró la sílaba “na”.

Indomesticable
Por cierto, Hollywood, es decir, los mandamás de la industria, nunca pudieron entender a un tipo tan atípico, que podía dejar una serie televisiva de suceso (de la que aún hoy se abochorna) e ir a Cry Baby (1990, de John Waters, un director que venía de escandalizar, entre otras cosas, con Pink Flamingos y Polyester) y al El joven Manos de Tijera (1990, de otro raro, Tim Burton) y de ahí –con incursiones intermedias– hacer un cameo en la quinta entrega de Freddy Krueger (recordemos que había debutado en la gran Pesadilla en lo profundo de la noche, 1984), luego tornar a Burton y su maravilloso Ed Wood (1994), sin despreciar aDon Juan De Marco (1995) y enseguida pasar a Nick of Time (del insignificante John Badham). Y proseguir su carrera (concepto que Depp no reivindica precisamente) con Dead Man (1996, peregrino western en blanco y negro de Jim Jarmusch) para después ponerse a dirigir e interpretar la tragedia de un indio americano actual que sacrifica su vida en una snuff movie para sacar a su familia de una vida miserable (The Brave, 1997), seguida de Donnie Brasco (1997), Miedo y locura en Las Vegas (1998, del inflado Terry Gillian) y luego irse a Europa y levantar la mediocridad de La novena puerta (1999), filmar con Sally Potter (The Man Who Cried, 2000), volver y hacer un secundario en Antes que anochezca (2000), investigar las cirugías de Jack el Destripador como detective opiómano en Desde el infierno (2001), ponerse remeras con chistes tontos para encarnar a un corrupto agente de la CIA en Erase una vez en México (2003). Y meterse, porque se le cantó, para recuperar sus fantasías de infancia y porque ahora tenía dos criaturitas, en La maldición del Perla Negra, una de bucaneros con todos los ingredientes del caso producida por Disney.
Inclasificable
Escandalizó así a los críticos puristas que apenas le habían perdonado, por ejemplo, el gitano poco justificado desde el guión de Chocolate (2000). Pero Johnny, que considera que no le debe ninguna explicación a la prensa, se divirtió a lo grande al armar a su capitán Jack Sparrow tomando como modelo al stone Keith Richards, y añadiéndole aderezos como el diente de oro y otros chiches que no figuraban en el guión. Lo que inquietó a los ejecutivos del sello que le rogaron que bajara un poco, no fuera cosa de que el personaje fuera sospechado de faggy (mariquita).
Bueno, el ex de Lori Allison, Sherilyn Fenn, Jennifer Grey, Winona, Kate Moss y algunas otras, hizo la simpática película –que no dirigió ni Burton ni Waters ni Jarmusch sino el menos prestigioso pero eficaz Gore Verbinski– para su niña Lily-Rose Melody y para su niño Jack, para el chico que él mismo sigue siendo, y todo anduvo tan bien comercialmente (más de 600 millones de dólares recaudados) que la Academia se dignó candidatearlo por primera vez para un Oscar (que no ganó, claro). Cuando con anterioridad no había reparado en composiciones tan descacharrantes como las de El joven, Benny y Joon, Ed Wood, La leyenda del jinete sin cabeza.
En verdad, se podrían seguir enumerando todas y cada una de las actuaciones de este bello, bellísimo superdotado, de una intuición infalible a la que sabe prestar atención. Porque si algo resulta previsible en Depp es que siempre, pero siempre va a estar muy bien en cualquier película que acepte, ya se trata de una obra maestra de Burton o de una truchada de Robert Rodriguez. Porque él es de los intérpretes que ennoblecen todo lo que tocan, sondea en profundidad todos sus personajes antes de dejarlos aflorar, ya con una identidad definida. Y si bien es cierto que en el cine hay factores que escapan al control de los actores (encuadre, luz, edición, calidad del diálogo), Johnny se las apaña, misteriosamente, inteligentemente, para dar siempre la sensación de que la acción no termina ahí donde se acaba el gesto en el espacio o donde el director corta la escena, sino mucho más allá. El ha descubierto alguna clave –que no revelará– sobre la belleza de la omisión, de la acción indirecta, de la vida que se puede trasmitir con la mayor intensidad en la mínima actividad. Y, sobre todo, Johnny sabe mirar, dirigir la mirada en el espacio cinematográfico y cuando sus ojos entran en escena, su cuerpo los acompaña. Por eso su presencia en cuadro es siempre insoslayable, irradiante de fuerza interior y de una sugestión muy personal.
No, Johnny Depp no parece el Nuevo James Dean, como amablemente comentó Martin Landau, su compañero en Ed Wood. Ni tampoco el heredero del genialMarlon Brando, según apuntaron algunos luego de que actuaron juntos en Don Juan y de que Brando se ofreció para estar en el film dirigido por Depp. La singularidad de Johnny Depp como intérprete es total, su magnetismo es de otra especie. Y sus pómulos, legado de una abuela cherokee, superan en fotogenia (y con menos maquillaje) a los de Marlene Dietrich.
Increíblemente, con todos estos atributos que le aseguraban el estrellato, ya evidentes en su primer protagónico (Cry Baby), Johnny Depp, desde que a los veintitantos dejó asqueado la serie Comando especial a fines de los ‘80 –porque empezó a odiar a su personaje y el hecho de haberse convertido en ídolo de adolescentes– jamás se dejó manipular, torcer en sus decisiones. Y a la vez, nunca se las dio de puro y duro. Con mejores cualidades –en cuanto a hermosura, carisma, sex-appeal, por no hablar del talento– que Tom Cruise, se resistió férreamente a que lo procesaran estelarmente, a que lo moldearan en la trituradora. Entonces, le dijo no a Entrevista con el vampiro, a Titanic, prefiriendo hacer Ed Wood en el ‘94 y dirigir The Brave en el ‘97. Elecciones que no deberían sorprender en el tipo ultrasensible y apasionado que se echó a llorar a mares cuando leyó el guión sobre Edward, la criatura inacabada con manos de cuchillas que aterriza en un mundo mezquino, convencional e injusto que –salvo honrosas excepciones– lo rechaza por diferente, por representar una amenaza contra lo establecido.

Papito
“¿Ser padre? Es algo sublime, increíble. La mejor razón para levantarme cada mañana. Todas las experiencias que pude tener antes del 27 de mayo de 1999, a las 20.25, no eran más que una ilusión. Como si hubiera estado en una especie de neblina sin vivir de verdad, plenamente. El nacimiento de mi hija me ha dado vida. De pronto, todo me ha parecido más limpio, más claro.” Así, sin rodeo, con todo fervor, Johnny Depp declaraba su amor por Lili-Rose Melody, su primera hija cuya madre es la cantante pop y actriz Vanessa Paradis. Obviamente, el actor no le decía semejantes palabras a un periódico norteamericano sino a uno francés, Studio Magazine, hace cinco años. Tres años después, esa felicidad se acrecentó con la llegada de Jack. Un motivo más para que Johnny viaje a visitar a su familia los fines de semana si está filmando en otro país.
Diez años antes de enamorarse perdidamente de Vanessa Paradis, flechazo que tuvo lugar en 1998, JD había viajado a París y desde el primer momento se había sentido en su casa. Por eso regresó todas las veces que pudo, “como atraído por un sortilegio, hoy sé que se trataba de Vanessa”, dice. “Francia es mi país de adopción, y creo que he sido adoptada por ella. Amo a mi país pero no comparto su política. Tampoco me gusta nada la violencia generalizada que no sólo estalla en episodios como el de Columbine, sino en incontables crímenes y violaciones. Me niego a educar a mis hijos en esa clase de sociedad. Prefiero vivir en Francia, en la campiña, donde la vida es más simple. América parece a punto de implosionar y como padre me siento muy concernido.”
Es cierto que en París el periodismo lo trató siempre de otra manera, con mucho aprecio por sus actuaciones y considerando elegante la ropa que en los Estados Unidos se tiene por grunge. Como la vieja camisa de hilo blanco y la chaqueta de terciopelo que Johnny se había comprado para el estreno parisino de ¿A quién ama Gilbert Grape? En ese entonces, le reconocía a la periodista Annick Le Floc su condición de familiero: “Cuando mis padres se separaron me di cuenta de que ellos y mis hermanos eran las únicas personas que estaban siempre ahí, en todo momento. Desde entonces, deseo formar una familia. Todavía no sé lo que es tener un bebé pero he sido testigo de cómo los hijos cambiaron la vida de mis dos hermanas y mi hermano, mayores que yo. Están dispuestos a todo por susniños, sé que darían su vida por ellos. Creo que ser padre es la cosa más bella y difícil de la vida...”
Poco tiempo después, convocado por Polanski para La novena puerta y mientras fumaba un Marlboro en el hall del Hotel Costes, JD avistó una espalda de mujer de la que no pudo despegar los ojos por un buen rato. Finalmente, la dueña de esa espalda vino hacia él y lo saludó: era Vanessa Paradis. Unos meses más tarde, la cantante, actriz y –desde que está con Johnny, que le enseñó a tocar la guitarra– compositora estaba embarazada de Lili-Rose. Desde entonces, JD cayó en estado de beatitud amorosa y habla cada vez mejor el francés.
Sin proponérselo, su cotización ya está en los 20 palos verdes si se trata de superproducciones de Hollywood, aunque seguramente le cobró mucho menos a Tim Burton por estar en Charlie y la fábrica de Chocolate, sobre el relato de Roald Dahl. O por protagonizar los futuros estrenos Descubriendo el País de Nunca Jamás –episodios de la vida de JM Barrie– o El libertino, adaptación de la pieza teatral que interpretó John Malkovich (quien lo recomendó para la versión fílmica). Pero para la secuela que al parecer se viene nomás de Perla Negra, Disney va a tener que desembolsar un dinero que hace tres años ningún industrial del cine pensó que se iba a pagar por Johnny Depp. Quien ahora hace sus propios cigarrillos con papel marrón Rizla y tabaco Bali Shag y se los fuma, siempre que no anden cerca sus niñitos.

Archivo: “Victor es como yo: algo inseguro y nervioso”

Nota del 13 de Octubre de 2005 (Pagina 12)

“Ladies and gentlemen, Johnny Depp.” La almidonada agente de prensa lo anuncia con una pompa que el mismo entrevistado inmediatamente desmiente. Jeans, una remera vieja, un imponente sombrero de fieltro (aunque estamos bajo el techo del hotel Four Seasons de Toronto), unos anteojos con marco de carey que se parecen un poco a los de Clark Kent, barba crecida, muñequeras de cuero esconden al actor tanto como lo hacían el vestuario y el maquillaje de Charlie y la fábrica de chocolate. ¿Cómo es Johnny Depp? Es más difícil saberlo todavía en El cadáver de la novia, donde se oculta detrás de Victor, un hermoso muñeco al que él le pone la voz, y también el alma. De todas esas transformaciones que sufre como actor –las más memorables de las cuales siguen siendo las que le pide su amigo Tim Burton habla Depp en esta entrevista, que Página/12 compartió con un puñado de periodistas canadienses, en el último Festival de Toronto, unos días atrás.
–A pesar del maquillaje y el vestuario, podemos ver cómo se mete en el personaje de Charlie y la fábrica de chocolate, Willy Wonka. Pero cuando se trata de poner la voz solamente, ¿cómo hace para internarse en un personaje al que no le pone el cuerpo?
–Supongo que bajo circunstancias normales, debe haber una técnica, o algo así. Pero tengo que confesar que con El cadáver de la novia no tomé ningún recaudo, porque estaba completamente concentrado en Charlie y la fábrica de chocolate, estaba completamente inmerso en Willy Wonka. De alguna manera, la otra película estaba en mi cabeza, pero siempre pensaba que faltaban un par de meses para hacer Corpse Bride. Y de repente, un día, en el set, viene Tim y me dice: “¿Qué tal esta noche? Vamos a grabar algunos diálogos de El cadáver...” Y yo fui lo suficientemente imprudente como para decirle: “Bueno, vamos...” Como para mí el personaje todavía no existía, lo llevé aparte a Tim y le saqué todo lo que pude en quince minutos. Y así empecé a conocer quién era Victor.
–¿Lo ayudó ver al muñeco?
–Ese fue uno de los grandes lujos. Cuando llegué aquella noche a la sesión de grabación, había alguien parado allí y me lo presentaron. Era hermoso, fue algo realmente inspirador.
–¿Pensó en alguien, buscó alguna referencia cuando asumió el personaje?
–No, no particularmente. La verdad, sólo trataba de salvar mi pellejo, porque sentía que no había llegado del todo preparado. Pero Tim estuvo allí, como siempre, para ayudarme. El de Victor es un personaje no demasiado diferente a otros personajes que interpreté en el pasado para Tim, como Edward Scissorhands, el joven manos de tijeras. Victor también es una suerte de outsider: extraño, inseguro, nervioso... Bastante parecido a mí.
–¿Había algo en Victor, algún tema en particular, con el que se sintió más identificado?
–El sentimiento de fracaso, supongo. Sentirse inepto e incapaz de ser comprendido. Es algo que está muy presente en la vida de mucha gente. Victor representa, de la misma manera que lo hacía Edward Scissorhands, ese tipo de emoción, ese sentimiento universal de incomodidad que nos acompaña cuando crecemos. Y que arrastramos por el resto de nuestros días.
–¿Cómo reaccionó frente al éxito de Charlie y la fábrica de chocolate, su segunda película más taquillera después de Piratas del Caribe?
–Aprendí a no preocuparme y a no tener expectativas en términos de boletería o de resultados concretos, porque como ustedes saben bien –como también lo sé yo–, ese tipo de éxito me fue esquivo durante muchos, muchos años. Por lo tanto, es una experiencia relativamente nueva, eso de tener a más de dos personas viendo mis películas. Toda esa parte del proceso me es tan ajena, la siento tan distante que hace dos o tres semanas atrás llamé a mi agente y le pregunté: “¿Le está yendo bien a Charlie?” Y me dijo: “Uhh... sí. Va a cruzar la barrera de los 200 millones, ¡y sólo en los Estados Unidos!”. Y como hasta entonces no tenía idea de lo que significaba le pregunté: “¿Y eso es bueno?”.
–¿Se siente más popular?
–Noté algún cambio. Sobre todo, noté un cambio en la actitud del escalón más alto de la industria, algo que es bastante interesante.
–¿Eso significa que todos quieren tenerlo en su película?
–No sé exactamente, pero sí sé que cada vez que Tim quería ponerme en sus películas tenía que pelear como una bestia con el estudio para que le dieran luz verde. Y me contaba el otro día algo de lo más gracioso: que la gente de Warner fue a verlo a Londres por un proyecto y le dijeron: “Bueno, hablemos del elenco... ¿Qué te parece Johnny?”. Y Tim les respondió: “Está bien, si ustedes quieren...” (risas). El hecho de que ahora sean ellos los que traigan mi nombre lo sorprendió.
–¿Tienen otros planes juntos a futuro con Tim Burton?
–Espero que sí. Depende de él, de que me ofrezca el trabajo. Ya lo dije en otras oportunidades, pero creo que es la única analogía que funciona para explicar lo que hacemos: trabajar con Tim es como volver a casa, a un lugar muy confortable, donde me siento muy a gusto. Esto no significa que no haya que tomar riesgos. A veces son muchos y hay que estar preparado para explorar cosas nuevas, pero siempre me siento muy bien, muy seguro.
–¿Se trata siempre de proyectos que acerca él o alguna vez usted le propuso algo?
–Oh, no, todavía no hice eso. Con excepción de El joven manos de tijeras, que fue un encuentro más formal, siempre son llamadas telefónicas misteriosas, que salen de la nada. Después de meses, y a veces años, llama Tim y dice (baja la voz hasta un susurro): “¿Qué estas haciendo? ¿Nos podemos juntar a cenar la semana que viene? ¿En dónde? ¿En Nueva York?”. No menciona el tema, ni el proyecto, nada. Hasta la cena, no me entero.
–¿Le gustaría hacer un personaje un poco más parecido a usted mismo?
–Nooo. Eso es lo que cualquier actor con algo de salud mental considera su miedo más profundo. Aunque uno nunca deja de usar ciertas verdades...
–¿Le gustan los desafíos?
–Sí, por ejemplo en The Libertine, que está por estrenarse. Es un gran desafío, por encima de cualquier otra cosa. Me interesa explorar un área y decir: “Bueno, ése ya es territorio cubierto. Veamos que sucede ahora, por dónde puedo seguir”. La voz de Marlon siento que reverbera por allí. Sí, las palabras de Marlon repercuten siempre. Una vez me preguntó cuántas películas hacía por año. “No sé, dos, tres por año”, le dije. Y entonces me contestó: “Tenés que cuidarte, porque solo tenemos un puñado de caras en los bolsillos”. Y llega un punto en el cual uno está haciendo todos estos personajes y reconoce: “Mi Dios, ¡tenía razón!”. Pero uno de los lujos para un actor, una de las alegrías de esta profesión es la de observar a la gente y observando a la gente uno encuentra estas pequeñas características, estas conductas de la gente... y uno toma un poco de una, otro poco de otra y lo archiva o lo guarda para más adelante y nunca sabe muy bien cuándo lo va a necesitar.
–¿Qué es lo que más valora de su carrera como actor?
–Una de las cosas que más me conmueve es la gente que me ha seguido desde los primeros días. Primero, mi agente Tracy Jacobs que realmente creyó en mí –ya pueden escuchar la música de los violines (risas)– y que lo hizo siempre, incluso cuando ni siquiera yo mismo lo hacía. Pero más importante son aquellos chicos a los que no me gusta llamar fans. No me gusta la palabra fan, pero son aquellos que están haciendo la cola en los cines y que me han seguido en un muy largo y extraño camino. Ellos son los que más significan para mí y que me mantienen trabajando. Siento que ellos son mis verdaderos jefes, por decirlo de algún modo.
–¿Qué piensan sus hijos cuando lo ven en las películas?
–Jack era muy chiquito cuando se estrenó Piratas del Caribe. Lilly Rose, en cambio, ya estaba allí desde hacía un tiempo y estaba más acostumbrada a verme. Es interesante, porque solían venir al set de Piratas... y estaban acostumbrados a ver a papá como un extraño pirata grasiento. Y cuando se enteraron de que iba a hacer de Willy Wonka, se excitaron mucho, porque habían visto la primera versión con Gene Wilder y mi hija me perseguía con el libro. Y cuando vinieron a visitarme al set, quedaron muy sorprendidos cuando me vieron con la galera, los guantes de goma y el peinado de Príncipe Valiente. Quedaron petrificados y no podían dejar de mirarme, a ver si era el mismo. Fueron dos minutos que me parecieron una eternidad (risas). Después quisieron probarse todo, empezando por la galera y los anteojos. Estaba aterrado cuando fueron a ver la película, mucho más preocupado por ellos que por los críticos. Tenía tanto miedo que no les gustara... Estaba esperando que volvieran y cuando salieron de la proyección mi hijo, Jack, que tiene tres años, me miró y citó a Wonka: “¡Sos realmente extraño!”, me dijo (risas). Y de pronto me sentí liberado.
–¿Les gustó El cadáver de la novia?
–Sí, por suerte. Esa fue otra experiencia increíble, porque Lily Rose está más en edad de apreciar una película así y le encantó, realmente disfrutó del paseo. Mi hijo menor, que con tres años no puede quedarse quieto (siempre está corriendo y rompiendo cosas), se sentó en mi falda durante toda la película y quedó fascinado. Le encantó la música, te cita de memoria frases enteras, se enamoró de los personajes...
–¿Le gustaría reencontrarse con alguno de sus personajes anteriores, volver a interpretarlos?
–Lo que me sucede, y acá puedo hablar únicamente de mi experiencia, es que cuando conozco tan a fondo a un personaje, me siento muy cerca de él y me cuesta mucho desprenderme. Por eso siempre es tan difícil el final de un rodaje. Está esa última semana en la que uno escucha el tic tac del reloj y después... aparece una depresión natural. Está esta extraña ansiedad que provoca la separación. Uno ha sido esa persona por una buena cantidad de tiempo y de pronto... fiuiuuu... ¡Desapareció! Pero en cuanto al capitán Jack Sparrow, tengo la sospecha de que voy a volver a verlo pronto. Y cuando me dijeron de hacer Piratas 2 y 3 las dos juntas, dije que sí, aunque más no fuera por el deseo egoísta de volver a meterme en la piel de este tipo, una vez más.
–¿Y hay algún personaje del cual le haya gustado separarse?
–Sí, definitivamente. Es extraño que a veces sea algo mucho más emocional que en otros casos. Recuerdo que después de El joven manos de tijeras, realmente me sentía como un estúpido: me había pasado 89 días metido en ese maquillaje. Pero me acuerdo de haberme mirado al espejo y pensar: “Esto es todo amigo, es la última vez que te veo”. Sí, a veces se transforma en algo muy emocional. No creo que sea normal, y no creo que sea algo particularmente bueno para uno, pero es lo que tengo, de eso vivo.

jueves, 13 de marzo de 2008

Vanessa Paradis se corona en los premios de la música francesa


La cantante Vanessa Paradis, casada con el actor Johnny Depp, fue la ganadora indiscutible de las Victorias de la Música de Francia, los premios más importantes de la música del país galo.

Junto a Vanessa, otro de los grandes triunfadores de la noche fue el cantante revelación Renan Luce, que al igual que Paradis se fue a casa con dos premios bajo el brazo.

La cantante consiguió los galardones de las dos categorías para las que estaba nominada: el de mejor artista intérprete femenina y el de mejor álbum de canciones por su Divinidylle.

Por su parte, Renan logró que su disco Repenti fuera considerado el álbum revelación del año en Francia y también fue distinguido como artista revelación en el escenario.

Depp, Farrell, Law se ofrecen a finalizar el filme de Heath Ledger

Se trata de una película de fantasía y aventura y tiene un presupuesto estimado de 30 millones de dólares.

'Ya que el formato de la historia permite la preservación de toda su interpretación, en ningún punto el trabajo de Heath será modificado o alterado a través del uso de tecnología digital', dijeron en una declaración los productores del filme. 'Cada una de las partes interpretadas por Johnny, Colin y Jude es representativa de los muchos aspectos del personaje que Heath estaba interpretando', agregaron.

Gilliam dijo que la filmación de la producción británico-canadiense se había reanudado en Vancouver 'con la bendición y el apoyo de la familia de Heath Ledger'.

Ledger había finalizado la filmación en Londres de escenas para la película poco antes de su muerte. Varios diarios se han hecho eco de que la historia involucra un espejo mágico que lleva a las personas a diferentes dimensiones, lo que permitiría a Gilliam un cambio entre actores.

'Estoy encantando de que la brillante actuación de Heath pueda ser compartida con el mundo', declaró Gilliam. 'Esperamos ansiosos finalizar la película y, a través del filme, con una pizca de humildad, ser capaces de tocar el corazón y el alma de las personas como Heath era capaz de hacer,' agregó el director.