domingo, 16 de marzo de 2008

Archivo: “Victor es como yo: algo inseguro y nervioso”

Nota del 13 de Octubre de 2005 (Pagina 12)

“Ladies and gentlemen, Johnny Depp.” La almidonada agente de prensa lo anuncia con una pompa que el mismo entrevistado inmediatamente desmiente. Jeans, una remera vieja, un imponente sombrero de fieltro (aunque estamos bajo el techo del hotel Four Seasons de Toronto), unos anteojos con marco de carey que se parecen un poco a los de Clark Kent, barba crecida, muñequeras de cuero esconden al actor tanto como lo hacían el vestuario y el maquillaje de Charlie y la fábrica de chocolate. ¿Cómo es Johnny Depp? Es más difícil saberlo todavía en El cadáver de la novia, donde se oculta detrás de Victor, un hermoso muñeco al que él le pone la voz, y también el alma. De todas esas transformaciones que sufre como actor –las más memorables de las cuales siguen siendo las que le pide su amigo Tim Burton habla Depp en esta entrevista, que Página/12 compartió con un puñado de periodistas canadienses, en el último Festival de Toronto, unos días atrás.
–A pesar del maquillaje y el vestuario, podemos ver cómo se mete en el personaje de Charlie y la fábrica de chocolate, Willy Wonka. Pero cuando se trata de poner la voz solamente, ¿cómo hace para internarse en un personaje al que no le pone el cuerpo?
–Supongo que bajo circunstancias normales, debe haber una técnica, o algo así. Pero tengo que confesar que con El cadáver de la novia no tomé ningún recaudo, porque estaba completamente concentrado en Charlie y la fábrica de chocolate, estaba completamente inmerso en Willy Wonka. De alguna manera, la otra película estaba en mi cabeza, pero siempre pensaba que faltaban un par de meses para hacer Corpse Bride. Y de repente, un día, en el set, viene Tim y me dice: “¿Qué tal esta noche? Vamos a grabar algunos diálogos de El cadáver...” Y yo fui lo suficientemente imprudente como para decirle: “Bueno, vamos...” Como para mí el personaje todavía no existía, lo llevé aparte a Tim y le saqué todo lo que pude en quince minutos. Y así empecé a conocer quién era Victor.
–¿Lo ayudó ver al muñeco?
–Ese fue uno de los grandes lujos. Cuando llegué aquella noche a la sesión de grabación, había alguien parado allí y me lo presentaron. Era hermoso, fue algo realmente inspirador.
–¿Pensó en alguien, buscó alguna referencia cuando asumió el personaje?
–No, no particularmente. La verdad, sólo trataba de salvar mi pellejo, porque sentía que no había llegado del todo preparado. Pero Tim estuvo allí, como siempre, para ayudarme. El de Victor es un personaje no demasiado diferente a otros personajes que interpreté en el pasado para Tim, como Edward Scissorhands, el joven manos de tijeras. Victor también es una suerte de outsider: extraño, inseguro, nervioso... Bastante parecido a mí.
–¿Había algo en Victor, algún tema en particular, con el que se sintió más identificado?
–El sentimiento de fracaso, supongo. Sentirse inepto e incapaz de ser comprendido. Es algo que está muy presente en la vida de mucha gente. Victor representa, de la misma manera que lo hacía Edward Scissorhands, ese tipo de emoción, ese sentimiento universal de incomodidad que nos acompaña cuando crecemos. Y que arrastramos por el resto de nuestros días.
–¿Cómo reaccionó frente al éxito de Charlie y la fábrica de chocolate, su segunda película más taquillera después de Piratas del Caribe?
–Aprendí a no preocuparme y a no tener expectativas en términos de boletería o de resultados concretos, porque como ustedes saben bien –como también lo sé yo–, ese tipo de éxito me fue esquivo durante muchos, muchos años. Por lo tanto, es una experiencia relativamente nueva, eso de tener a más de dos personas viendo mis películas. Toda esa parte del proceso me es tan ajena, la siento tan distante que hace dos o tres semanas atrás llamé a mi agente y le pregunté: “¿Le está yendo bien a Charlie?” Y me dijo: “Uhh... sí. Va a cruzar la barrera de los 200 millones, ¡y sólo en los Estados Unidos!”. Y como hasta entonces no tenía idea de lo que significaba le pregunté: “¿Y eso es bueno?”.
–¿Se siente más popular?
–Noté algún cambio. Sobre todo, noté un cambio en la actitud del escalón más alto de la industria, algo que es bastante interesante.
–¿Eso significa que todos quieren tenerlo en su película?
–No sé exactamente, pero sí sé que cada vez que Tim quería ponerme en sus películas tenía que pelear como una bestia con el estudio para que le dieran luz verde. Y me contaba el otro día algo de lo más gracioso: que la gente de Warner fue a verlo a Londres por un proyecto y le dijeron: “Bueno, hablemos del elenco... ¿Qué te parece Johnny?”. Y Tim les respondió: “Está bien, si ustedes quieren...” (risas). El hecho de que ahora sean ellos los que traigan mi nombre lo sorprendió.
–¿Tienen otros planes juntos a futuro con Tim Burton?
–Espero que sí. Depende de él, de que me ofrezca el trabajo. Ya lo dije en otras oportunidades, pero creo que es la única analogía que funciona para explicar lo que hacemos: trabajar con Tim es como volver a casa, a un lugar muy confortable, donde me siento muy a gusto. Esto no significa que no haya que tomar riesgos. A veces son muchos y hay que estar preparado para explorar cosas nuevas, pero siempre me siento muy bien, muy seguro.
–¿Se trata siempre de proyectos que acerca él o alguna vez usted le propuso algo?
–Oh, no, todavía no hice eso. Con excepción de El joven manos de tijeras, que fue un encuentro más formal, siempre son llamadas telefónicas misteriosas, que salen de la nada. Después de meses, y a veces años, llama Tim y dice (baja la voz hasta un susurro): “¿Qué estas haciendo? ¿Nos podemos juntar a cenar la semana que viene? ¿En dónde? ¿En Nueva York?”. No menciona el tema, ni el proyecto, nada. Hasta la cena, no me entero.
–¿Le gustaría hacer un personaje un poco más parecido a usted mismo?
–Nooo. Eso es lo que cualquier actor con algo de salud mental considera su miedo más profundo. Aunque uno nunca deja de usar ciertas verdades...
–¿Le gustan los desafíos?
–Sí, por ejemplo en The Libertine, que está por estrenarse. Es un gran desafío, por encima de cualquier otra cosa. Me interesa explorar un área y decir: “Bueno, ése ya es territorio cubierto. Veamos que sucede ahora, por dónde puedo seguir”. La voz de Marlon siento que reverbera por allí. Sí, las palabras de Marlon repercuten siempre. Una vez me preguntó cuántas películas hacía por año. “No sé, dos, tres por año”, le dije. Y entonces me contestó: “Tenés que cuidarte, porque solo tenemos un puñado de caras en los bolsillos”. Y llega un punto en el cual uno está haciendo todos estos personajes y reconoce: “Mi Dios, ¡tenía razón!”. Pero uno de los lujos para un actor, una de las alegrías de esta profesión es la de observar a la gente y observando a la gente uno encuentra estas pequeñas características, estas conductas de la gente... y uno toma un poco de una, otro poco de otra y lo archiva o lo guarda para más adelante y nunca sabe muy bien cuándo lo va a necesitar.
–¿Qué es lo que más valora de su carrera como actor?
–Una de las cosas que más me conmueve es la gente que me ha seguido desde los primeros días. Primero, mi agente Tracy Jacobs que realmente creyó en mí –ya pueden escuchar la música de los violines (risas)– y que lo hizo siempre, incluso cuando ni siquiera yo mismo lo hacía. Pero más importante son aquellos chicos a los que no me gusta llamar fans. No me gusta la palabra fan, pero son aquellos que están haciendo la cola en los cines y que me han seguido en un muy largo y extraño camino. Ellos son los que más significan para mí y que me mantienen trabajando. Siento que ellos son mis verdaderos jefes, por decirlo de algún modo.
–¿Qué piensan sus hijos cuando lo ven en las películas?
–Jack era muy chiquito cuando se estrenó Piratas del Caribe. Lilly Rose, en cambio, ya estaba allí desde hacía un tiempo y estaba más acostumbrada a verme. Es interesante, porque solían venir al set de Piratas... y estaban acostumbrados a ver a papá como un extraño pirata grasiento. Y cuando se enteraron de que iba a hacer de Willy Wonka, se excitaron mucho, porque habían visto la primera versión con Gene Wilder y mi hija me perseguía con el libro. Y cuando vinieron a visitarme al set, quedaron muy sorprendidos cuando me vieron con la galera, los guantes de goma y el peinado de Príncipe Valiente. Quedaron petrificados y no podían dejar de mirarme, a ver si era el mismo. Fueron dos minutos que me parecieron una eternidad (risas). Después quisieron probarse todo, empezando por la galera y los anteojos. Estaba aterrado cuando fueron a ver la película, mucho más preocupado por ellos que por los críticos. Tenía tanto miedo que no les gustara... Estaba esperando que volvieran y cuando salieron de la proyección mi hijo, Jack, que tiene tres años, me miró y citó a Wonka: “¡Sos realmente extraño!”, me dijo (risas). Y de pronto me sentí liberado.
–¿Les gustó El cadáver de la novia?
–Sí, por suerte. Esa fue otra experiencia increíble, porque Lily Rose está más en edad de apreciar una película así y le encantó, realmente disfrutó del paseo. Mi hijo menor, que con tres años no puede quedarse quieto (siempre está corriendo y rompiendo cosas), se sentó en mi falda durante toda la película y quedó fascinado. Le encantó la música, te cita de memoria frases enteras, se enamoró de los personajes...
–¿Le gustaría reencontrarse con alguno de sus personajes anteriores, volver a interpretarlos?
–Lo que me sucede, y acá puedo hablar únicamente de mi experiencia, es que cuando conozco tan a fondo a un personaje, me siento muy cerca de él y me cuesta mucho desprenderme. Por eso siempre es tan difícil el final de un rodaje. Está esa última semana en la que uno escucha el tic tac del reloj y después... aparece una depresión natural. Está esta extraña ansiedad que provoca la separación. Uno ha sido esa persona por una buena cantidad de tiempo y de pronto... fiuiuuu... ¡Desapareció! Pero en cuanto al capitán Jack Sparrow, tengo la sospecha de que voy a volver a verlo pronto. Y cuando me dijeron de hacer Piratas 2 y 3 las dos juntas, dije que sí, aunque más no fuera por el deseo egoísta de volver a meterme en la piel de este tipo, una vez más.
–¿Y hay algún personaje del cual le haya gustado separarse?
–Sí, definitivamente. Es extraño que a veces sea algo mucho más emocional que en otros casos. Recuerdo que después de El joven manos de tijeras, realmente me sentía como un estúpido: me había pasado 89 días metido en ese maquillaje. Pero me acuerdo de haberme mirado al espejo y pensar: “Esto es todo amigo, es la última vez que te veo”. Sí, a veces se transforma en algo muy emocional. No creo que sea normal, y no creo que sea algo particularmente bueno para uno, pero es lo que tengo, de eso vivo.

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